Hay un impulso trujillano en el ser barinés, en su
historia y su cultura. De Trujillo provino la avalancha fundadora de ciudades
criollas que atravesó esas montañas y siguió el curso del Santo Domingo rumbo
al llano, por la vía de lo que hoy conocemos como Calderas y Altamira de
Cáceres. Justamente esa ruta, desde Niquitao, la cumplió Andrea Terán, quien no
sólo se trajo el cuerpo y la compañía de su familia sino además un arte
utilitario que hoy sigue desarrollando en la población de Chuponal.
Andrea es tejedora de cestas, escobas y jarrones de
fibras vegetales. Ese arte lo aprendió de su madre y de su abuela allá en
Niquitao; cuando tenía 7 años fabricó sus primeros objetos con bejuco y
carruso. Una vez transplantada a tierras bajas, con otro clima y otra
vegetación, se las ingenió para encontrar materiales sustitutos de los
originales y los encontró. En Pedraza lo que abunda para estos efectos es la
lucateva (moriche) y otra especie de bejucos con los que les da forma a las
asas, y el cogollo lo emplea en fabricar escobas. Esta lucateva crece donde hay
agua abundante, así que fue un acierto mudarse a esta tierra cálida pero
surcada de ríos. En las carreteras que bordean las fincas de la zona se le
puede ver recogiendo esta materia prima vegetal para seguir tejiendo.
Siente preocupación por el futuro de su oficio y su arte, por su continuación en el tiempo, porque "Veo que a los muchachos no les interesa esto". A pesar de esto, varias veces al año realiza
talleres entre los niños de los planteles del municipio Pedraza, y también les revela las claves del oficio a quienes se acercan a su
casa para mirar de cerca cómo se elaboran estos objetos que parecen hechos por
máquinas, pero que en realidad son obra de las manos de Andrea.
Por realizar este arte
sencillo y sin ánimos de grandeza durante 40 años ha recibido reconocimientos
como artesana y ha participado en exposiciones y ferias.
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