Ellos no son agroecólogos de teoría y conferencia,
son gente que practica la agricultura y se organiza para la otra sociedad. El
nombre de La Chigüira es ya un clásico entre las referencias de la agroecología
ejercida en Venezuela.
En términos puramente geográficos y un poco
abstractos, se trata de un espacio ubicado al norte de Socopó (municipio
Antonio José de Sucre, Barinas) al que llegó en 2007 un grupo de personas
comprometidas con cierto experimento: la conversión de una finca de 12
hectáreas, devastada por la ganadería y el uso convencional (¿irracional?) de
insumos agropecuarios, en un lugar donde se entendiera al ser humano como parte
de la naturaleza, y por lo tanto la producción de alimentos fuera respetuosa y
no depredadora de la tierra.
Aquí se está procurando la recuperación de especies
nativas y la producción de alimentos en pequeña escala. "Casi todo este
terreno era de una aridez que daba lástima", recuerda Laura Carreño, una
de las fundadoras de la experiencia. "En esa montaña que ves atrás
pastaban docenas de vacas, así que el suelo estaba muy empobrecido. Allí no
había ninguna vegetación, era un cerro pelado". Sonará extraño, pero Laura
dice estas cosas con una sonrisa.
El motivo para ver y contar la historia con alegría
es que "esa montaña que ves atrás" se convirtió en poco tiempo en lo
que seguramente fue antes de la depredación: un bosque lleno de árboles y
especies que habían desaparecido bajo los cascos de los rumiantes. Bastó que el
grupo inicial detuviera esa forma destructora de entender la ganadería para que
el cerro pelado reverdeciera; a principios de 2013 ya era un bosque casi
impenetrable.
"Y así se va a quedar", reconfirma
Juancho, otro activador fundamental del colectivo de trabajo: "Parte del
proyecto consiste en entender que si bien la gente necesita un espacio para
sembrar y organizarse, el bosque necesita el suyo para existir. No existe
agroecología ni permacultura si no dejamos un espacio para proteger las
especies autóctonas. Un día reaparecerá por aquí la fauna que había
desaparecido".
Experimento múltiple
Son otros ritmos, otras exigencias corporales y de
conciencia, otra manera de ver los problemas, o de no considerarlos problemas
sino situaciones por modificar para bien.
Quien va de visita necesariamente debe incorporarse
a una dinámica distinta a la que el habitante de las ciudades acostumbra: la
gente trabaja, come y se entretiene con otra visión del ser en comunidad, más
participativo, propositivo y creador. Son otros ritmos, otras exigencias
corporales y de conciencia, otra manera de ver los problemas, o de no
considerarlos problemas sino situaciones por modificar para bien. Esto no debe
sorprender, a pesar de la violencia de algunas rupturas con las ideas
convencionales.
La formación
En ese espacio da la sensación de que todo está por
construirse o en proceso de construcción, y esto incluye el diseño y moldeado
de la estructura física (corrales, cochinera con el sistema de cama profunda,
un galpón para una planta procesadora de alimentos 100 por ciento orgánicos
para animales, baño seco, siembras varias) y también el ensayo de nuevas formas
de relación humana.
Los activadores del espacio son, al mismo tiempo,
fundadores del Sistema de Trueque Ticoporo, una de las iniciativas para la
conformación de una economía comunal cada vez menos dependiente del mercado y
la moneda. Es una vertiente o herramienta de lo que el Gobierno Bolivariano ha
proyectado como Estado Comunal.
Desde 2013 La Chigüira está registrada como Empresa
de Propiedad Social Directa Comunal.
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