lunes, 5 de enero de 2015

Locainas trujillanas en el llano: La Yuca


  • José Vicente Vásquez falleció a los 114 años de edad, un mes después de aparecer esta publicación impresa

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Como personaje sorprendente y ejemplar de pueblo, orgullo de la barinidad, vale la pena mencionar y homenajear a Pantaleón Vásquez, caballero de 90 años que dedicó su juventud a la manufactura de atarrayas para pescar. Conuquero y habitante de Las Veguitas, es un señor de hablar recio aunque con algunas limitaciones físicas debido a su alta edad. De su orgullo vital como jefe de familia sus allegados gustan de contar cómo es que los suyos no necesitan ir al mercado para hacer un sancocho, porque en el huerto que él levantó junto con su gente se encuentra todo lo que se necesita para comer.
Pero hay alguien que tal vez sea justo también mencionar: su papá. José Vicente Vásquez, quien en julio de 2014 ya estaba celebrando 114 años de vida y 63 desde que fundó en la población de La Yuca, en el estado Barinas, la tradición de las Locainas.

Parte de su hazaña se comprende mejor cuando uno se entera de que esta manifestación nació en Boconó, estado Trujillo, al norte de aquellas montañas que apenas se divisan allá donde se termina el llano. Él salió de su natal caserío Las Negritas, en esa entidad andina, junto con María Serrano, su primera esposa. Con ella se vino de pueblo en pueblo enseñando el múltiple arte de las Locainas; antes de llegar a La Yuca, en 1953, formó gente para esa misma manifestación en poblaciones como La Cortadera, El Cabrito, Cerro Azul y La Barinesa. Pero en ninguno de esos lugares la tradición floreció ni tuvo continuidad como en La Yuca, donde finalmente se instaló a vivir y a continuar lo iniciado en Trujillo.
Un yerno suyo, de nombre Néstor Fernández, es quien ha asumido el rol de continuador de la manifestación; su energía y dedicación lo ha llevado a ser Capitán de la danza y encargado de las manualidades.
“Esta manifestación es muy rica y compleja”, explica Fernández; “su preparación y ejecución contiene artes plásticas, canto, música, danza, teatro”. Sus inicios al frente de este rito popular datan de 1994, tiempo en que ya José Vicente tenía dificultades para hacer las manualidades. Néstor tuvo entonces un impulso y fabricó una máscara; cuando se la mostró al viejo patriarca éste soltó una carcajada celebratoria, porque le había gustado lo hecho por el joven, y desde entonces Néstor es el encargado de la fabricación de sombreros, máscaras, el vestuario y otros implementos.
“Una de las tareas mías como capitán es la creación del semillero, la formación de los muchachos que le van a dar continuidad a esto en el futuro”, reflexiona Fernández.
“Cada personaje tiene su quehacer y su función en la danza: empezando por el Capitán y terminando con el Diablo, el Viejo, la Vieja, el Mudo y la Muda. El ritual comienza con el Capitán agitando la bandera y blandiendo un machete de madera; lleva una gorra y una banda tricolor. El Viejo y la Vieja son los padres de la danza; se llaman el papa Germán y la mama Simona; más atrás vienen 4 pastores y 4 damas; seguidamente vienen el Diablo, el Mudo y la Muda. El 6 de enero de cada año a las 3 de la madrugada ya estamos levantados, preparando la fiesta y mi esposa se pone a hacer la comida; a las 7 de la mañana todos están comidos y a las 8 salimos de la casa a visitar a las familias que han pedido que pasemos por sus casas. En todas partes nos reciben con comida y en algunas con aguardiente”. La parranda se forma con música de cuatro, violín, tambora, maracas y últimamente mandolina. No hay límites para la incorporación de instrumentos; todo el que se acerque y se acople al tono y al ritmo es bienvenido.
La organización de las Locainas de La Yuca está a cargo de sus cultores, quienes han creado una fundación que ha recibido apoyo e impulso de los entes regionales de Cultura.

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